Padre: lo único cierto
es que tú no estás muerto.
Otros, tienen sus dioses, sus amigos lejanos;
otros tienden las manos
abiertas hacia verdes promesas imposibles,
y esperan, recostados sobre la piedra dura
de la paciencia, el pan de la dicha futura
y el agua de venturas risibles.
Están sobre el camino polvoriento
deshojando sus preces en el viento;
lamiendo las sandalias de las vírgenes,
encendiéndoles velas a los santos
y adulando una suerte de seres vengativos
a quienes, desde luego,
les da lo mismo, en suma, ser amables o esquivos.
(Eso, si es que conocen todos nuestros quebrantos).
Yo, no. Yo sólo tengo
tu sombra inteligente;
tu sombra que vigila
con atenta pupila
todas las tempestades que rugen tras mi frente;
tu sombra, que me enseña las sendas de la Senda;
la que lleva mi potro cerrero de la brida;
la que acampa conmigo después junto a mi tienda
y mis camellos y tesoros cuida.
Quizás no sepas, padre, que cuando tú partiste
yo empezaba a ser triste.
Ya estaba frente al vasto pizarrón de las cosas,
con su sistema de ecuaciones odiosas,
la tiza que me diste en la mano,
y la frente fruncida,
tratando de arrancarle, en vano,
su incógnita a la vida!
Pero yo sé que ahora me estás viendo, querido.
Sé que estás a mi lado,
seguramente empeñado
en que recuperemos el tiempo perdido.
Por eso eres, padre, el único a quien pido.
Lo que yo quiero es esto:
(bien poco; ya tú sabes que siempre fui modesto).
Tú, que no duermes, vela mi pobrecito sueño;
tú, que eres fuerte, dame tu ayudita en la carga;
tú que eres ágil sobre tu propia senda larga
ponme fibras de amianto para mi duro empeño.
Hazme franco, sencillo, luminoso, risueño,
ya si el placer me aniña, ya si el dolor me embarga
vierte tu miel de abejas sobre mi copa amarga
¡Y sobre todo, padre, hazme mi propio dueño!
Tenme siempre a tu lado como antes me tenías,
disimula mis faltas, vibra en mis alegrías;
cuida de que nos dure para siempre mamá.
Envuélveme en ti mismo, ya que no puedo verte,
y espérame en la hora confusa de la muerte
para que me acompañes…
¡Hasta luego, papá!
Nicolás Guillén
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