Si es que me quieres matar,
no esperes a que me duerma,
pues no podré despertar.
Muerto, ay, muerto y también dormido,
no es ni morir ni soñar,
no es ni recuerdo ni olvido.
Muerto,
ay, muerto y también dormido.
Mátame al amanecer,
o de noche si tú quieres;
pero que te pueda ver las uñas,
pero que te pueda ver los ojos,
pero que te pueda ver.
Nicolás Guillén
viernes, 9 de abril de 2010
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