Aquel día en que abrió le loto,
mi pensamiento andaba vagabundo, y no supe que florecía.
Mi canasto estaba vacío, y no vi la flor.
Sólo, de vez en cuando, no se qué tristeza caía sobre mi;
y me levantaba sobresaltado de mi sueño,
y olía un rastro dulce de una extraña fragancia que erraba en el viento del sur.
Su vaga ternura traspasaba de dolor nostágico mi corazón.
Me parecía que era el aliento vehemente del verano que anhelaba completarse.
¡Yo no sabía entonces que el loto estaba tan cerca de mí, que era mío,
que su dulzura perfecta había florecido en el fondo de mi propio corazón!
Rabindranath Tagore (1861-1941)
miércoles, 9 de febrero de 2011
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